Si bien suelo coquetear con la fenomelonogía, no me fío completamente de ella. Uno de mis mayores intereses pasa por nuestra manera de percibir al mundo. Los ensayos que más me han intrigado y conquistado son los que versan sobre este tema. Sobre todo la percepción visual, pero sin reducirse completamente a este tipo.
Hace tiempo ronda por mi cabeza la idea de que, a partir de la era digital, toda imagen es una ilusión óptica. A diferencia de la imágen analógica, dispuesta en un material contínuo, la imágen digital es una composición enorme pero finita de pequeños puntos de colores que nos dan la sensación de estar viendo una imágen, pero esa imágen en sí no existe, sino que es nuestro órgano perceptor el que "completa el cuadro" al decir de la Gestalt. Podrá argüirse en mi contra que este órgano realiza el mismo trabajo con todas las cosas que percibimos, pero hete aquí porqué no entro del todo en la fenomenología: estoy completamente seguro que el hecho de saber que estamos percibiendo una imágen inexistente (por decirlo de algún modo), cambia irremediablemente nuestra forma de percibirla.
Fácil es imaginar, entonces, mi fascinación al toparme con este trabajo increíble en el que diversas fotos son usadas como pixels de nuevas fotos formando así una cadena infinita de imágenes.-
Me encanta Cortázar. Adoro a Cortázar. Cada vez que termino de leer alguno de sus escritos quedo como tarado por un tiempo, intentando asimilar lo que parece que a él casi no le hubiese costado escribir, expresar como quien abre la cama para irse a dormir la siesta. En este caso fue el Libro de Manuel.
Es difícil meterse con los grandes, más aún cuando se trata de los que uno mismo venera, pero debo admitir que hay algo que me incomoda en Cortázar, y suelen ser sus indicaciones para aprender a leer sus libros. El caso explícito es el de Rayuela: "A su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros"; del capítulo 1 al 56 tenemos una novela prácticamente convencional, es decir, lineal. "El segundo se deja leer" siguiendo un órden de capítulos sugerido. Lo que podemos hacer, en todo caso, es seguir el recorrido que el propio autor nos ofrece para captar la novela como a él le hubiese gustado. Más que dejarse leer es una invitaciòn a que lo lea de ese modo. Y de ese modo lo leemos. No hay fuerza divina ni deducción lógica que nos permita leerlo de la primera forma. Soy lector de Cortázar, sigo su camino. Soy un progresista de esta literatura potencialmente hipertexto, no puedo hacerlo de otro modo. El segundo caso que recuerdo es el de la novela Los Premios. En esta oportunidad desliza un pequeño comentario en el epìlogo sobre los amantes de la linealidad y lo locos que se ponìan cuando leían los desvariados monólogos de Persio, personaje singular obsesionado con el holismo. Por último, el Libro De Manuel: "Los propugnadores de la realidad en la literatura lo van a encontrar más bien fantástico mientras que los encaramados en la literatura de ficción deplorarán su deliberado contubernio con la historia de nuestros días". Dan ganas de gritar, incluso en la primer hoja del prólogo de un libro de 386 páginas: "Yo no seré uno de ellos!!! Voy a creer hasta el fin de mis días que el balance entre el realismo y lo fantástico es perfecto, que el equilibrio que has hallado en tu literatura es único, que has renovado las letras a nivel mundial y yo no soy tan pacato como para no notarlo!!!" El efecto que se produce es el de condicionador (a priori o con retroactividad) de la percepción de la novela, un verdadero formador de opinión desde el vamos. Cortázar crea, en sus novelas, a un nuevo narrador llamado Julio Cortázar, generador de dicho efecto. Algo muy parecido ocurre con Luigi Pirandello en Seis personajes en busca de un autor. El Pirandello-constructo-de-la-narración prologa la vida de los personajes en su mente antes de que él haya podido encontrarles un lugar en su obra teatral. Esa vida anterior es ya una narración, nada menos que literatura, la historia de un autor cuyos personajes se le aparecen fugaz y repetidamente reclamándole atención. Detalle que quizás se le escapa al que quiera apreciar un cuento, una novela o una obra de teatro por sus cualidades intrínsecas y no por sus cualidades en tanto discurso entrecruzado en una red semiótica.
Libro de Manuel es una novela insidiosa, por momentos fascinante. Inútil es buscar en ella los resabios de un autor preocupado por tramas ingeniosas vestidas para la ocasión. Aquíno hay un atasco gigante, nadie vomita conejos y ni siquiera se hace presente el impulso irracional de abandonar el hogar. Estamos, tal como me aclaró Cortázar en el prólogo y yo le hice caso, frente a un libro "político". Las razones están expuestas en el tramo de entrevista colgado debajo, pero no está demás destacar que su trabajo es inmenso. Con una trama que gira alrededor de un grupo revolucionario de izquierda que se autodenomina Joda, describe varios tipos de reacción frente a las acciones subervisas duras y blandas, frente a las torturas y los presos políticos, frente a la actitud de los gobiernos, incluyendo recortes de diarios y revistas e informes de la épocas en que estaba siendo escrito el relato (1972). "Recibi palos de izquierda a derecha", confiesa en la entrevista.Los de derecha por que un escritor que les habìa dado libros apolìticos salía con esto, los de izquierda porque no se podìa novelar un tema como ese. Por si fuera poco, a medida que avanzamos en el libro derriba uno a uno todos los conceptos morales modernos (nombra a Sade e inmediatamente describe un acto sexual, regala loas a la masturbación, busca cambios en nuestras expresiones más comunes, descubre los sentimientos que despierta un cementerio). A vos no te gustó Julito???...quedate tranquilo que me obligaste a que me guste.
Magistralmente puede poner en una sóla frase lo que varios podríamos intentar vanamente durante años. Creo que aquí reside el encanto que genera leer a Cortázar: "La manera de percibir imita cada vez más los montajes del buen cine"
Remite casi inevitablemente a los mismos argumentos utilizados por Hitler (pìdo perdón por adelantado por la comparación) cuando iniciaba su microemprendimiento de la "Guerra Relámpago", que de una duración estimada de tres meses pasó a durar seis años, devorando todos los recursos que encontraba a su paso.
Ya no es noticia que un porcentaje cada vez mayor del presupuesto de los Estados Unidos es utilizado con fines militares, más precisamente la guerra de Irak. Un artículo publicado en el Washington Post revela que la administración Bush lleva gastados 548 millones de dólares en la contratación de dos agencias británicas de seguridad que velan por la integridad del cuerpo de ingenieros del ejército encargado de la tan mentada reconstrucción (¿Reconstrucción o Modelado?) en ese país. Este monto está muy por encima del que se tenía pensado: u$s 200 millones, una cifra de todas maneras considerable. Es útil en este sentido la información brindada por la organización National Priorities Project, que mantiene actualizado en su sitio el costo de la guerra y nos permite ver cómo crece segundo a segundo el dinero utilizado en la invasión. A su vez, podemos desglosar los montos por cada unos de los 54 Estados y conocer qué cosas hubieran podido hacerse con ese dineral. Una herramienta de juego más que de análisis, y que mantiene las ideas burgueses liberales de la seguridad social consagradas por las Naciones Unidas, pero que de todas maneras no pierden interés (me hubiese gustado saber, por ejemplo, cuántos McDonalds hubiese puesto en países tercermundistas o cuántas computadoras hubiera fabricado, factores que colocan los montos en el lado del debe, y no en el del haber). ¿Por qué tanto gasto? ¿Qué utilidad encuentran los Estados Unidos en mantener una ocupación que está desbalanceando a toda su economía? ¿Alcanza el argumento del petróleo? Prefiero quedarme por el momento con una respuesta literaria. En su novela 1984, George Orwell divide al mundo en tres grandes Estados en guerra constante. Sus relaciones conflictivas no se mantienen inertes, sino que entre los tres tejen una red cambiante de alianzas y rupturas. Lo importante parece ser que la guerra no cese, pues su razón de ser en ese mundo es destruir los recursos sobrantes. Cuando la plusvalía es demasiado grande y se está por producir el efecto derrame, la guerra consigue su fin de destruir los "excesos de producción" para que esos bienes no sean adquiridos por las clases bajas, el proletariado, el pueblo o como se le quiera llamar (lo discutimos otro día). Piénsese en Remington, la fábrica de máquinas de escribir que creció gracias a la producción de armas; la destrucción de las cosechas en los campos de batalla y la paralización de la industria en épocas de guerra.-